La adaptación del clásico cómic de Héctor Germán Oesterheld se ha convertido en un éxito mundial para Netflix. Y tiene muchas curiosidades que te sorprenderán.
Adaptar El Eternauta de Héctor Germán Oesterheld, no ha sido una tarea sencilla. Por más de sesenta años, la obra fundacional del cómic latinoamericano, se enfrentó a todo tipo de dificultades para llegar a la televisión. La más urgente: la dificultad de traducir el complejo lenguaje visual y simbólico del cómic para un nuevo medio. En especial, debido a que para el momento de su publicación, la novela gráfica se transformó en símbolo de subversión política y social.
Todo, gracias al esfuerzo, tenacidad y talento de su autor. Héctor Germán Oesterheld no se limitó a narrar una distopía. También, agregó un fuerte subtexto de resistencia a los abusos del poder, además de celebrar la conciencia de clase y colectiva a través de su premisa. La historia de Juan Salvo, un ciudadano cualquiera que termina por convertirse en símbolo de rebelión contra una invasión alienígena, conmueve. Pero mucho más, cuando se compara con la historia de su autor, secuestrado y desaparecido por la dictadura militar argentina en 1977.
La combinación de factores, convirtió al cómic en un hito de la cultura pop en Argentina. Relevancia que la serie hereda y ya la convirtió en un fenómeno por derecho propio a nivel mundial. Para explorar en todo lo que rodea a El Eternauta, te dejamos cinco cosas que debes de la obra. De su capacidad para ser un símbolo de generaciones a la forma en que la producción de Netflix captó el legado de rebelión de masas del original. Toda una celebración a una adaptación histórica.
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El cómic original tuvo una continuación
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Poco antes de ser secuestrado y posteriormente desaparecido por la dictadura cívico-militar argentina, Héctor Germán Oesterheld escribió una segunda parte para El Eternauta. La obra se publicó en 1976 en la revista argentina Skorpio y fue una historia reaccionaria, que sorprendió por llevar los grandes temas del original a una nueva dimensión.
De hecho, es evidente que el cautiverio y la persecución impactaron de forma directa en la óptica de Oesterheld sobre la batalla por la libertad. Para la secuela inmediata de su relato más conocido, el autor volvía sobre Juan Salvo. Pero en lugar de ser un adalid por la libertad y símbolo de las masas oprimidas, ahora el personaje se radicalizaba para transformarse en un líder mesiánico. También, convencido de la necesidad de destruirlo todo a favor de la causa, un giro de los acontecimientos que incluía sacrificar a su hija y a su esposa.
Todo, para obtener el triunfo final sobre la invasión alienígena. Paso a paso, del padre y esposo preocupado, Juan Salvo termina por deshumanizarse para entregar todo a la batalla que salvará al planeta de la invasión. ¿Un detalle curioso? Para esta segunda parte de la obra, mucho más oscura y violenta, Salvo adquiere misteriosos poderes. Entre ellos, una extraordinaria fuerza física y una capacidad precognitiva para comprender el funcionamiento de las máquinas.
Hubo una segunda versión del cómic original
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Publicada en 1957, El Eternauta se convirtió casi de inmediato en un éxito sin precedentes para la industria del cómic argentina. Pero, en especial, para el incipiente género de ciencia ficción del continente. En medio de las preocupaciones de la Guerra Fría y las locales, debido a cambios políticos en Argentina, la obra se convirtió en un faro ideológico. A pesar de eso, en 1969 y por solicitud de la revista Gente, Oesterheld dio una revisión a su historia. De modo que la hizo mucho más política y una crítica directa a las tensiones geopolíticas que atravesaban el mundo.
Para la nueva versión, Juan Salvo está muy consciente de que ningún país del planeta, vendrá en ayuda de Argentina después de la nevada mortal. Un giro de los acontecimientos que provoca un estallido de decepción y furia no solo en el personaje sino en quienes le acompañan en la batalla del fin del mundo.
Más compleja y sin duda, más inquietante, la revisión de El Eternauta también compara directamente a la nevada mortal con los grandes males del capitalismo. Una decisión que convirtió al cómic en una reflexión ideológica y de clase a toda regla.
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La ciudad como protagonista
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Tanto en el original como en la adaptación de Netflix, Buenos Aires es un punto central para comprender la historia. Una decisión que conserva el aire local del cómic, pero que además, tiene un objetivo importante. Para 1957, año de la primera publicación del cómic, la ciencia ficción tenía un claro ingrediente de la cultura anglosajona.
Por lo que El Eternauta, que mostraba a Buenos Aires asediada por una violenta invasión alienígena, resultó no solo sorprendente como historia. También, por trasladar los clásicos componentes del género a un nuevo escenario en que, además, se volvían una evidente metáfora política.
De modo que la misteriosa nieve tóxica se convertía en una forma de reflexionar sobre los males del individualismo, mientras que el valor de Juan Salvo y sus amigos, del poder colectivo. Pero en especial, la ecléctica Buenos Aires emerge de las páginas del cómic como el último bastión de resistencia al mal. Una decisión de argumento que brinda al cómic — y ahora, a la serie — su particular identidad.
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Una invasión atípica

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Durante la década de 1950, la ciencia ficción exploraba en la idea acerca de invasiones alienígenas como una forma de celebrar la fortaleza humana contra la adversidad. Posteriormente, los terrores de la Guerra Fría, transformaron a los monstruos tradicionales en símbolos de la opresión y el control. Pero siempre, la división entre villanos y héroes era muy clara e inequívoca.
El Eternauta fue pionera en indagar en una invasión con varias dimensiones de violencia y agresión. En el cómic, la nieve tóxica que arrasa con buena parte de la población del mundo, solo es el comienzo de una estrategia precisa para exterminar a la raza humana. Por lo que una vez que el fenómeno climatológico se detiene, los sobrevivientes comprobarán que el peligro apenas comienza. También deberán enfrentar a los cascarudos, criaturas caníbales con un caparazón, semejantes a los de un insecto.
Por último, a la posibilidad de que cualquiera, incluso sus seres queridos, se transformen en hombres-robot, autómatas sin voluntad al servicio de los invasores. Al escenario fatal, se añadían también los gurbos, monstruos terroríficos cuyo único objetivo era luchar en contra de los sobrevivientes. Todo este escalofriante panorama está controlado por Los Manos, los encargados de organizar invasiones y devastaciones con precisión quirúrgica. Una escala jerárquica de destrucción que se convirtió en uno de los puntos más interesantes del mundo imaginado por Oesterheld.
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Un enemigo invisible

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Uno de los puntos más intrigantes de El Eternauta, es que los enemigos reales de los habitantes de la Tierra, no se encuentran a la vista. De hecho, son conocidos como Ellos, los amos y responsables de todos los ataques. El propio Héctor Germán Oesterheld llegó a describirlos como odio cósmico, una estirpe de criaturas despiadadas capaces de las peores atrocidades, a cambio de poder.
Por supuesto, se trata de una alegoría del control de un sistema despiadado. A los cuerpos sin pensamiento y armas sin consciencia de sí mismos, le sigue un poder nuclear sin rostro. Un elemento central para comprender el valor político e ideológico del cómic.