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“School of Rock” a 22 años: el himno imperfecto que enseñó a rockear con el corazón

La película protagonizada por Jack Black se estrenó en cines el 03 de octubre de 2003 y sigue resonando como un canto subversivo y sincero: más que un musical cómico, es una fábula de libertad creativa y conexión humana.

Cuando «School of Rock» se estrenó en octubre de 2003, pocos imaginaron que se convertiría en una película de culto. Dirigida por Richard Linklater y protagonizada por Jack Black como Dewey Finn, rompió los moldes del cine infantil y musical. Con humor y ternura mostró una idea poco común: enseñar no desde la rigidez, sino desde la pasión. 23 años después, la película sigue vigente, sin depender de modas pasajeras.

Desde el inicio, «School of Rock» apostó por la autenticidad. El guion de Mike White eligió a niños que realmente sabían tocar instrumentos, no solo actuar, lo que generó una química real con Black. Esa decisión fue clave: pocas comedias con niños se arriesgan a priorizar el talento musical, pero justo ahí estuvo gran parte de su encanto. Jack Black explicó que su personaje recuerda a figuras despreocupadas como Falstaff de Shakespeare, porque Dewey Finn es irreverente, exagerado y a la vez vulnerable. Esa mezcla de ego y nobleza marca el corazón de la historia: un impostor que termina convertido en líder y mentor.

La película también se alejó de la comedia típica de su época: evitó burlas groseras y clichés sexistas, apostando por un relato con corazón. Mientras muchas cintas familiares de los 2000 usaban chistes fáciles o estereotipos, «School of Rock» encontró su fuerza en lo colectivo. Un momento clave es cuando Dewey anima al tímido Lawrence, el tecladista, con un simple “tú perteneces al grupo, eres genial”, mostrando que su sueño rockero era inclusivo.

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El origen del proyecto también es interesante: White se inspiró en The Langley Schools Music Project, donde coros infantiles versionaban clásicos del rock y el pop con inocencia. Esa esencia está en la película, que mezcla himnos del rock con canciones originales de la banda ficticia. Incluso, para usar “Immigrant Song” de Led Zeppelin en la escena final, se grabó un video con Jack Black pidiéndole al grupo su permiso, que al final fue concedido. Esa secuencia resume bien una de las virtudes de la película: mostrar el arte como un acto de fe. La música en School of Rock no es solo espectáculo, sino un medio para expresarse y unirse. Para muchos millennials, fue la puerta de entrada a formar su propia banda con la idea de que el rock no era solo cosa de estrellas.

¿Y qué pasó con la “clase” de Dewey en estos años? El legado también está en su elenco infantil, que sigue conectado. En 2023, Jack Black anunció una reunión por los 20 años del estreno, invitando a sus antiguos alumnos a tocar y celebrar juntos. Algunos siguieron en el mundo del espectáculo, como Miranda Cosgrove con iCarly, mientras otros tomaron caminos distintos. Tristemente, Kevin Clark —Freddy en la película— murió en 2021 en un accidente, una pérdida muy sentida por sus compañeros y fans.

El éxito del filme también se reflejó en adaptaciones posteriores. En 2015 llegó la versión teatral con música de Andrew Lloyd Webber y entre 2016 y 2018 Nickelodeon produjo una serie basada en la historia. Ambas mantuvieron el espíritu del original: la música como vínculo y motor de cambio. De cara al futuro, Jack Black ha dicho que estaría dispuesto a volver como Dewey si Mike White escribe una secuela, incluso bromeando con un título: «School of Rock 2: Electric Boogaloo». Aunque no hay nada confirmado, la idea sigue viva.

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Volver a ver «School of Rock» hoy muestra que su fuerza no está en la nostalgia, sino en su honestidad. La película no teme ser torpe, ruidosa y emocionalmente caótica, y ahí radica su valor. En un cine cada vez más pulido, aquí se celebra el desorden creativo, los errores con buenas intenciones y la osadía de subir al escenario aunque no seamos perfectos.

23 años después, Dewey Finn sigue siendo un maestro improbable, molesto y entrañable. La película recuerda que educar también es contagiar entusiasmo, que la música no brilla solo en el virtuosismo sino en la unión, y que los sueños, aunque parezcan imposibles, merecen intentarse. Ese es su mayor legado: no solo enseñarnos a rockear, sino a creer en nosotros mismos cuando nadie más lo hace.

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