Analizamos estas películas que encuentran su núcleo en el desnudo de una industria que desecha a sus figuras e iguala la vejez con la muerte pública.

Entre los films estrenados en los últimos meses, existen algunas tendencias que se repiten. Una de ellas es la crítica a la ilusión de la fama. La trilogía X de Ti West es una de las más sobresalientes sobre el tema, pero también se presentan La sustancia, dirigida por Coralie Fargeat, y The Last Showgirl, firmada por Gia Coppola. Estas dos últimas comparten el aspecto del regreso y reinvención de grandes divas del cine y la televisión que ya no se encuentran en su prime.
La sustancia muestra a Demi Moore interpretando a una actriz que pasó su momento de gran fama y, a los 50 años, es despedida del programa televisivo de ejercicios que conduce. Por eso, decide acudir a una extraña fórmula que promete ofrecerle una mejor versión de sí misma. Por su parte, The Last Showgirl tiene como protagonista a Pamela Anderson, quien se entera que el show de burlesque del que es parte en Las Vegas bajará su telón para siempre y será reemplazado por una opción más moderna.
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Dos películas unidas por una misma crítica
Hay una característica clave que une a estas dos películas -ambas dirigidas por mujeres-: la línea borrosa entre la ficción y la realidad. The Last Showgirl es un film realista con fuertes reminiscencias al cine de Sean Baker, donde los personajes pertenecen a los sectores marginados de la sociedad. Por su parte, La sustancia acude al body horror y a la ciencia ficción. Sin embargo, ambas encuentran su núcleo en el desnudo de una industria que desecha a sus figuras e iguala la vejez y el paso del tiempo con la muerte pública.
Aquellas actrices que fueron sex symbols y que hicieron ganar millones a cientos de empresarios, mientras se desnudaban frente a cámara o en un escenario, ya no sirven cuando sus pieles no son más tersas. Algo así sucedió en las carreras de Anderson y Moore, quienes, durante los años 90, representaron la belleza hegemónica y la sensualidad definitiva, pero luego de cruzar la barrera de cierta edad, cayeron en el olvido. Ambas dieron el sí para exponerse en películas de corte alternativo que obtuvieron el visto bueno de la crítica.
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Belleza y reconocimiento no van de la mano
Paradójicamente, el reconocimiento desde las altas esferas del cine para estas dos actrices icónicas llega en el momento en el que exponen su “vejez”, en el que sus arrugas son captadas por feroces primeros planos y cuando deciden desnudarse sin un condimento erótico. Esto nos plantea la idea de que belleza y reconocimiento parecen no ser compatibles.
En The Last Showgirl la crítica también está posada sobre su protagonista, quien parece ser una adicta a los reflectores y a las plumas, tanto como para haber abandonado a su hija. Igualmente, esta es la puerta para criticar a una industria que no contempla la maternidad como algo compatible con el trabajo.
Son mujeres que deben mantenerse bellas, impolutas, jóvenes y sin una vida por fuera de las cámaras, y luego serán desechadas mientras la rueda sigue girando y es comandada por varones que no deben responder a estos parámetros.
La existencia y el éxito de estas películas puede ser solo una reflexión impulsada por la cuarta ola del feminismo, pero lo cierto es que, a nivel pragmático, significaron el renacer de las carreras de dos figuras que fueron del mainstream y que potencian su paso del tiempo a través de historias que ponen el foco en la crueldad del star system de Hollywood.
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